Conocí a Marcial Zambrana
en Madrid en una de sus primeras exposiciones y quedé impresionado del
tratamiento que hacía de sus árboles la aguas, bien fuesen del mar o de
cualquier otro lugar, y me dije a mí mismo: "esto no lo ha aprendido en una
academia". Es un don que llevan los seres privilegiados.
Ya entonces se dio a conocer como pintor serio, ponderado
y de ecuanimidad absoluta ante el natural. Esto le permitió adentrarse por
los entresijos que sólo los especialmente dotados aciertan a explorar entre
le magno espectáculo de la naturaleza. Ese don de poesía que oculta el
paisaje así como el misterio, y que solo intuye el retratista de raza, el
equilibrio de la composición propiedad de las almas musicales la gracia y la
armonía del color de sus aguas y esa luz suya, tan personal y mágica. Y si
se pone, no se anda por las ramas, en el paisaje urbano están todos los
elementos incluidas las catedrales, hechas con la "Divina Proporción": la de
los grandes maestros. En fin, Marcial Zambrana tiene todas
esas cualidades, muy difíciles de conseguir en las aulas y totalidad de
talentos que no figuran en los programas de oposiciones porque se escapan de
los dedos al tratar de analizarlos. Esto es cuanto ha ido formando
ininterrumpidamente la personalidad de este artista tan nuestro, eficaz a
sus horas, pero aún más artista completo en todo tiempo. |
Como artista consciente y responsable no busca
realizar un paisaje apoyándose en referencias ajenas; se empeña en recrearnos con el que
es realidad -jardín, páramo, montaña, mar...- y, de esta manera, hacernos partícipes,
de su gozo que es, también, el puro gozo estético de quienes aman el arte bien hecho. |