Nacido
en Valencia, en el seno de una familia de artistas (músicos, pintores y escritores),
pronto presentó aptitudes para el dibujo y la pintura. Se formó artisticamente en el
taller de D. José Amérigo, profesor de la Escuela de Bellas Artes de Valencia donde
estudió intensamente la perspectiva y el análisis geométrico de la realidad y su
descomposición en cubos, esferas y conos, según la conceptualización de Cézanne de
quien el maestro Amérigo era un ferviente seguidor. También en este taller hizo una
inmersión en la teoría del color: el maestro obligaba a los alumnos a fabricarse los
colores con pigmentos naturales mezclados con los aglutinantes: aceite de linaza, cera,
látex, etc. Además, insistía en la utilización del cromatismo puro como vehículo de
expresión plástica abundante en la utilización de los complementarios como búsqueda de
una armonía estética, y tomando siempre como referencia al maestro de la luz, el
valenciano Sorolla.
Ya de joven participó en diversos
certámenes de pintura obteniendo premios y menciones con sus paisajes, especialmente de
pueblos de Valencia, de los valencianos jardines de los Viveros, bodegones de estudio,
etc.
No obstante, los estudios superiores
fueron en Pedagogía, por vocación familiar, y en Psicología por interés profesional.
Atraído por los acontecimientos
políticos, en el año 1968 viajó a París donde aprovechó el viaje de estudios para
conocer directamente a los maestros impresionistas a los que copió intensamente,
especialmente a Renoir, Van Gogh y Gauguin, así como a Matisse y a los fauvistas, copias
de estudio que realizaba tanto en óleo como en ceras.
Por interés profesional, entre 1969
y 1972 residió en Santo Domingo (República Dominicana), vinculado al Departamento de
Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional Pedro Henriquez Ureña de la capital
dominicana. Durante su estancia en Quisqueya, denominación indígena de la isla
dominicana, se impregnó de la luz y el colorido tropicales del Caribe.
Evocando a Gauguin, a quien había
copiado intensamente en Paris, desplegó una línea creativa expresionista y fauvista,
incrementando en su pintura un cromatismo vivo y primario. Su producción pictórica de la
etapa dominicana se caracteriza por una profundización en el cromatismo tropical. Quedó
prendado por los paisajes de Jarabacoa y de San Pedro de Macorís, por los campos de
mangos, por los conucos y bohios, los cocoteros de Boca Chica, por las miradas expresivas
y limpias de los habitantes de las casas de madera del barrio de Matahambre o los barrios
poblados sobre las rojas aguas del Ozama, por la alegría y el ritmo vital de los
"tainos".
Todavía hoy, algunos quieren
encontrar reminiscencias del "merengue" en la gestualidad de su pintura.
Dedicado a la docencia, dio clases de
dibujo y de Historia del Arte en diversas escuelas privadas. Posteriormente, trabajando en
Psicología Clínica, se interesó por la pintura como terapia rehabilitadora de enfermos
mentales, en la Clínica Mental de Santa Coloma de Gramenet (Barcelona).
En esta etapa se ejercitó en la
lectura de las pinturas de enfermos de esquizofrenia para utilizarla como un camino para
penetrar en el psicodiagnóstico de la enfermedad mental y del delirio inconsciente. La
lectura de estos cuadros de enfermos, le ayudaron a entender un poco de la enfermedad
mental y a tratar de visualizar caminos de rehabilitación y ayuda terapéutica.
Su investigación en el terreno de la
neuropsicología exploró en la memoria visual de imágenes, siguiendo las investigaciones
del profesor Benton. El estudio de la retención visual de imágenes le sirvió como
medida del deterioro mental propio de enfermos cerebrales de una u otra etiología. De
ahí sus propuestas de rehabilitación a través de la imagen y la expresión plástica.
De su estancia en la Clínica Mental
aprendió de los enfermos nuevos caminos de la abstracción, que expuso en su trabajo
sobre la formación de conceptos en los psicóticos crónicos.
Afincado en la Ciudad Condal, fue
alternando la dedicación a la pintura con el ejercicio de diversas responsabilidades de
gestión de servicios sociales.
1973 significó su descubrimiento de
Menorca, con ciertas evocaciones de su experiencia en el Caribe pero más próxima a sus
reminiscencias culturales. Sus frecuentes viajes a la Isla le potenciaron un
redescubrimiento y un renovado interés por la luz y el color de su Mediterráneo natal.
Como desde siempre su pintura ha sido
sinónimo de color vivo y potente, el encuentro con Menorca significó una afirmación de
toda su trayectoria plástica anterior: formalismo de raíces cubistas, cromatismo
valiente y firme gestualidad . Para él, de una manera especial, Ciutadella de Menorca y
su arquitectura, es el paradigma del Mediterráneo intercultural, reflexivo y
expresionista; una fuente continuada de inspiración y creatividad.
De sus viajes por el Mediterráneo al
norte de África, a Grecia o a Italia, no le ha interesado tanto, desde un punto de vista
plástico, la cultura clásica, sino más bien la cultura popular y sus personas. No le
interesa la vuelta al clasicismo sino el expresionismo vitalista y a veces voluptuoso de
las personas mediterráneas: la luz de Éguina, las personas del interior de la bodega de
Silakas, en la plaza Monasteraki de Atenas, las casas del Plaka o la manera como los
griegos pronuncian "Athina". La firme expresión de los tuaregs o de los
egipcios actuales o el expresivo cromatismo nordafricano que vincula, mediterráneamente,
con el simbólico cromatismo del Palio de Siena.
Las expresiones de los mercaderes de
Khan-el-Khalili le evocan las del mercado de Olimpia o las paradas de la plaza
Omonia...Todo esto quedó captado en sus trabajos formalistas entre los años 1974-1994.
Desde 1996 está vinculado al taller
"Cristina Blanch" de Barcelona, taller de libertad creadora, núcleo de
reflexión y debate sobre la estética y la conceptualización contemporáneas.
En la actualidad continua, como
siempre, explorando la luz y el color del mediterráneo. Para él la arquitectura popular
mediterránea, cubista y blanca, es un claro indicador de la "mediterraneidad"
como hilo conductor de la rica y positiva cultura mediterránea. Todo ello lo trata de
sintetizar en una línea de trabajo que denomina "formalismo abstracto", etapa
en la que reduce la paleta a la máxima simplicidad y en la que imposta el color sobre la
tela con diferentes técnicas y texturas para comunicar los diferentes matices de su
vitalidad. |