La producción artística de
Emilio Frejo Gutiérrez responde a un concepto costumbrista y
tradicional de ver la naturaleza y a los hombres que la habitan, tal
como lo hacían los maestros consagrados locales de finales del siglo
XIX. Emilio Frejo ha plasmado un
universo pictórico muy personal revelador de un creador de amplio
registro que ha sacado partido a todas las técnicas y prácticas de un
oficio aprendido en distintos estudios, talleres y escuelas de Bellas
Artes. A lo largo de su actividad profesional ha explorado con éxito
diversas modalidades creativas -dibujo, diseño, cómics- dentro del común
denominador de un estilo realista no exento de fantasía y lirismo. Su
imaginación encuentra en sus pinturas de temática costumbrista local una
fiel y sugerente interpretación con influencias que habría que buscar en
la pintura valenciana de finales del siglo XIX.
Su universo pictórico se nutre de los mejores
logros de la escuela valenciana del fin del siglo XIX, marcada como
estuvo por distintas influencias que sucumbían o que surgían entonces,
como el naturalismo, romanticismo, realismo, impresionismo o el
sorollismo. De estas tendencias finiseculares ha extraído los temas
inspirados en la vida sencilla de las gentes de las alquerías de la
huerta y en los canales de la Albufera. Junto al paisaje huertano
abundan los motivos y las escenas costumbristas locales que nos
aproximan a una realidad plasmada en las mejores novelas y relatos de
Vicente Blasco Ibáñez, a quien admira.
Su inclinación y consolidación en la pintura se
produjo en los años setenta cuando descubrió que el paisaje e su tierra
y sus gentes constituían los protagonistas más adecuados para
desarrollar su peculiar mundo plástico de índole narrativo. Recurrió a
su amplia experiencia de ilustrador para crear sus temas inspirados en
personajes típicos -labradoras, pescadoras, campesinos- y escenarios de
la huerta valenciana -La Albufera, el Saler, las playas, etcétera-.
Logró confirmar un escenario entrañable y raigal a base de colores
vibrantes, pinceladas acertadas y una sabia combinación de luces y
sombras.
En opinión del crítico de arte Lorenzo Berenguer,
"conoce y ama los temarios costumbristas, que nos ofrece como
prodigalidad. Y por que los conoce y ama es por lo que se atreve a
plasmarlos en esa variopinta gama de sensaciones, recordatorias de otros
tiempos, a la postre cercanos a nuestro presente. Bellas mujeres
ataviadas con galas típicas; hombres felices que hacen un alto en el
terruño para festejar esos momentos de descanso; rincones paisajísticos
siempre ornados de figuras humanas, tal y como corresponde a ese mundo
habitado, aquel mundo años atrás; celebraciones festivas, como juegos o
bautizos con todo esplendor; orillas de playa tan blancas como
corresponde al Mare Nostrum; cejales intermitentes, mecidos en la raya
del horizonte".
Su obra se halla representada en el Museo de
Bellas Artes de Valencia, en la Casa Museo de Dña. Concha Piquer,
Embajada de la Argentina en Madrid, Consulado de los Países Bajos en
Valencia y otras colecciones de Japón, Estados Unidos, Francia, Alemania
y Portugal. |